Monstruos bajo la cama

La cultura, las costumbres y la psique humana tienen mucho de los instintos humanos más primitivos si consideramos que incluso el ser humano más “evolucionado” ha experimentado, la furia, el gozo y el miedo; la humanidad ha construido civilizaciones, culturas y creencias basándose en evitar o maximizar algunas de las experiencias ya mencionadas. Japón instauro el sakoku, por miedo a un conflicto bélico, el mono evito comer moras blancas por miedo a la muerte, Herodes I mato a todos los menores de dos años por miedo al futuro salvador judío.

Un sesgo cognitivo puede ser el puente entre dos puntos, como la percepción y el miedo, en específico, entre estos uno que me parece interesante es el sesgo de observación selectiva, que nos hace fijarnos en un solo un solo punto, ignorando lo demás, haciéndonos ver lo que queremos en un lugar donde no hay nada, por el simple deseo de verlo, y desde luego por lo que agregan a la ecuación, la educación religiosa, los valores inculcados y la misma cultura que pareciera “materializar” milagros.

El otro día, fui a comer al puesto de la esquina, mientras disfrutaba mi comida, vi un trozo de chicharrón rancio de hace días al lado de los platos y me ganó la curiosidad: “jefe ¿Por qué tiene ese chicharrón rancio?” pregunte, con algo de desprecio y desdén en su mirada no contestó, ante esta reacción su ayudante me dijo: “¿que no ves a la santísima?”  negué en silencio y nada más, pero no pude dejar de ver ese trozo de piel pútrida secándose al sol durante toda mi estancia, jamás encontré la similitud con nada sacro que conociera o que hubiera visto antes.

El miedo a una deidad vengativa que podría enviarnos hambruna, plagas o un ejército de ángeles a masacrar a nuestros hijos, nos hace arrodillarnos y darle cualquier bien material a un puñado de hombres con sotana que confunden la moral con un árbol de moras. Después de todo, parece ser que en las puertas del paraíso también hay terminal para tarjeta de crédito.

Nuestra necesidad de reforzar nuestras creencias y tener un sentido de control, según León Festinger, a grandes rasgos, es lo que le da coherencia a como percibimos el mundo y al entrar en conflicto con esta armonía, se trata de rellenar estos huecos argumentales, con experiencias, mentiras o mantras. Un niño, un animal y un adulto, tienen tres percepciones de la vida y una forma diferente de percibir su entorno, lo que para uno puede ser una amenaza inminente para otro puede ser algo amigable.

Aún recuerdo cuando tenía tres años, siempre fui un niño asustadizo, ese día en especial, se había fundido un fusible, no teníamos luz desde hace un par días, estaba sentado en la sala principal en una esquina, inmóvil, tapado con una cobija implorando que un halo de luz perdido visitara mis ojos, al menos por un momento, cuando de la nada, nuestra mascota en ese momento, un pequeño bull dog francés que rescatamos de la calle, comenzó a ladrar fúrico hacia una esquina aparentemente vacía, parecía retroceder con cada ladrido que daba, como si algo se acercara a él, comencé a escuchar un gruñido ajeno al perro, algo gutural, como si tratara de decirme algo, la sensación de miedo inundaba mis tripas, tenia ganas de llorar pero no podía moverme, grite, pero nadie me escucho, el perro corrió a la habitación contigua y me quede solo, ahí , imaginándome una bestia enorme de dientes filosos, sin ojos, que quería devorar mi corazón, cuando parecía que no podía aguantar más, entro mi padre y prendió la luz, había cambiado el fusible fundido, creí que eso alejaría a la bestia, pero aun la escuchaba y mi padre también, me pregunto si escuchaba aquel ruido y yo solo pude asentir con la cabeza, empezó a mover muebles y a buscar el origen del ruido, cuando al mover una silla, encontró una mochila, donde estaba un biberón con leche de hace una semana que mi madre había olvidado y había empezado a fermentarse.

El miedo a la obscuridad se remonta al momento que aun éramos nómadas y no existía lugar seguro en las noches, donde cualquier carnívoro nocturno acechaba, el pánico a las alturas es la respuesta natural de cualquier mamífero (a excepción del murciélago) a un entorno para el que no esta diseñado. La soledad tiene muchas vertientes en su origen y sus ramificaciones, pero no ondearemos en estas, si no, a tiempos donde el humano, siendo un ser social, comenzó a darse cuenta de que los grupos más grandes, hacían que pudiéramos sobrevivir al clima, a los depredadores y que las habilidades en conjunto podían no solo dar comodidad, si no una oportunidad de asentamiento prolongado.

La vida moderna y muchas de las comodidades han disminuido nuestra asociación a estos miedos, pero aún siguen latentes, incluso el tratar de entender los miedos y su naturaleza es un síntoma de necesitar un control y un entendimiento a todas esas cosas que nos detienen, no poder tener un entendimiento absoluto por lo ambiguo que suele ser la percepción, porque el peso de las alas de los ángeles es el mismo que los hace volar.

Autor

Licenciado en Sociología por la UNAM, Supervisor Editorial en Conejo en la Luna | guillenife20@gmail.com |  Otras publicaciones del autor